traducido por Dra. Silvia García Dauder
Las personas intersexuales cuyo sexo no puede ser claramente definido como de varón o de mujer han intentado, durante tiempo, que se hicieran públicas sus experiencias con los tabúes culturales, la normalización forzada y las prácticas médicas violentas. Hasta el siglo XX han sido clasificadas como hermafroditas. El llamado progreso médico no sólo les ha patologizado sino que adicionalmente les ha “medicalizado” fuera de la existencia.(1) Hoy han acuñado el término “intersexual” como una categoría política, con frecuencia tras haber vivido durante años bajo una asignación sexual forzada.
El cuestionamiento de la rígida construcción binaria del sexo y de la heterosexualidad obligatoria por el movimiento lgbt y por la teoría y práctica feminista al menos ha creado un marco limitado para perspectivas y existencias que no encajan en las normas de sexo/género. Sin embargo, no existe todavía una comprensión real, un conocimiento o atención que sea otorgado suficientemente hacia aquellas personas que problematizan la realidad sugerida por el modelo corriente de percepción.
Límites de la percepción
El rechazo a su voz y visibilidad por parte de medios o editores de libros incrementa exponencialmente la ignorancia social que la gente intersexual experimenta en relación con sus experiencias cotidianas. ¿Cómo podemos explicar el consistente rechazo de los medios en relación con este tema? ¿La razón de que sea tan difícil atraer la atención del público es porque no se trata de ganar la aceptación hacia una supuesta “diferencia”, o más bien porque las personas intersexuales nos llevan a cuestionar la “normalidad del normal”? Incluso dentro de un contexto feminista, la buena disposición a reflexionar sobre los propios estándares normativos es limitada y dificulta el reconocimiento a la posible participación de gente intersexual dentro de las políticas y movimientos feministas.
Mientras tanto, se pone énfasis en la extensión de las diferencias de poder y la heterogeneidad entre las mujeres –denunciando así una categoría unificada como la de “mujer”. Sin embargo, parece todavía claro quién compone la categoría “no-mujer”. Equivocar los límites es una provocación no sólo para aquellas que están proponiendo una acción política en nombre de las mujeres, sino también para aquellas cuyos análisis y perspectivas están basadas en la diferencia sexual. Incluso dentro de contextos feministas queer, donde la heterosexualidad obligatoria y los constructos normativos de sexo y deseo están bajo escrutinio, no existe necesariamente un espacio para las cuestiones intersexuales.
Es bastante obvio que a los medios feministas no les interesa la mutilación genital como una práctica médica cotidiana realizada en las sociedades occidentales modernas, mientras contribuciones –frecuentemente con sesgos racistas- sobre la práctica “incivilizada” de la circuncisión y mutilación clitoridiana en algunos países africanos están fuertemente arraigadas en el repertorio feminista. Si se interesaran, la llamada de atención de los medios feministas sobre la violenta normalización sexual que forma parte del marco de la medicina occidental arrojaría una diferente luz sobre este discurso etnocéntrico y al mismo tiempo extendería la discusión a un aspecto muy importante del abuso sexual de niños.
Centrarse en las formas de violencia inherentes a las relaciones de sexo/género no parece ser una prioridad en este momento. Más bien, las teorías sobre la construcción y variaciones históricas del sexo y del género son interpretadas con frecuencia como si existiera libertad individual en relación con el poder de definir el sexo y el género. El género es tratado como una cuestión de gusto o estilo, que es performada en producciones variables sobre varios escenarios sociales. Solo la falta de recursos económicos o culturales es reconocida como un factor que limita al individuo, mientras que los aspectos psicológicos y físicos de la historia de vida de alguien o las sanciones de existencia sociales y/o materiales son aparentemente ignoradas. Pero el discurso sobre la elección individual y las lúdicas variantes es muy cínico, si nos percatamos de los mecanismos médicos y sociales de violencia usados para eliminar mediante la fuerza la ambigüedad sexual de los cuerpos intersexuales dentro de un marco binario de referencia. Quizá la razón de la continua ignorancia sobre este tema se explique por el hecho de que reconocer esta práctica social contra la persona intersexual nos haría cuestionar la promesa liberadora ofrecida por una visión no determinante sobre el sexo/género. (2)
Tratamientos médicos impuestos
La patologización del intersexual es la otra cara de la moneda impuesta por aquellos que se regodean en la ilusión de ser sexualmente no-ambiguos y celebran los ideales de la llamada normalidad, la norma. La patologización puede ser entendida así como un mecanismo retórico y práctico, que sirve para prevenir que el esquema sexual binario sea cuestionado. Mediante la conceptualización del fenómeno como una enfermedad y deformidad, la normalidad es indirectamente reafirmada mediante el ofrecimiento de supuestas “curas”. Si observamos de cerca los inmensos efectos excluyentes que son mantenidos firmemente arraigados al describir la intersexualidad como una enfermedad que requiere tratamiento, podemos también preguntarnos si no sería una tarea más fácil si padres e hijos aprendieran a vivir con la ambigüedad sexual. A la luz del hecho de que esto todavía no ha sido siquiera considerado como una posibilidad, a una le queda la firme impresión de que las regulaciones que controlan la ambigüedad sexual no están hechas para nada en el interés de aquellas personas afectadas, sino más bien en el interés de aquellos que desean mantener intacta la presente jerarquía de relaciones sexuales de cara a prevenir cualquier incertidumbre.
En la medida en que las personas intersexuales se han organizado políticamente para luchar contra las rígidas normas de sexo/género, emerge una perspectiva diferente, la cual explica el funcionamiento histórica y culturalmente variable –aunque todavía coercitivo- del sexo y género como construcciones sociales. Esto implica que nuestros modelos de interpretar cómo la intersexualidad es entendida deben cambiar. En lugar de una enfermedad, una desviación patológica, que es un fenómeno médico, la intersexualidad puede ser vista como un fenómeno social y político: una forma de ser, que al tiempo es “creada” así como prohibida a través de las normas binarias de sexo/género.
Una forma totalmente nueva de pensar y vivir es posible si se empieza con la premisa de que el sistema binario de sexo/género es un “ideal” social que en realidad solo unos pocos cumplen y que la necesidad de tal ideal es socialmente definida. ¿Qué significa esto en relación con las posibilidades y límites de cambiar las actuales relaciones entre los sexos? ¿Qué significa si buscamos estrategias políticas, no reducidas a la parodia y a la mascarada pero tampoco limitadas a un mero reconocimiento basado en la tolerancia hacia “el otro”?
¿Aceptación o desestabilización?
Si atendemos a las estrategias de representación pública, se pueden distinguir dos aproximaciones: aquellas que hacen uso de las políticas minoritarias y demandan reconocimiento del intersexual como un grupo específico, socialmente oprimido, y aquellas que buscan desestabilizar la construcción de un “ideal” llamando la atención sobre la ambigüedad, variabilidad y contradicciones inherentes en la “normalidad” sexual y de género. Entre estas dos estrategias existe una tensión, si no una incompatibilidad: la primera está produciendo una vez más otra categoría identitaria –un efecto, que es criticado por la segunda estrategia como una homogeneización problemática. Sin embargo, todavía tiene sentido desde mi punto de vista, tenerlas situadas mano a mano en el escenario público en lugar de esforzarse en decidir entre las dos o proponer una síntesis. Al menos, si se entiende la política como una discusión continua en lugar de perseguir la ilusión de una “verdad política”. Todavía es oportuno reflexionar sobre qué efectos diferentes tienen estas dos estrategias, a qué intereses sirven, y a qué audiencia se están dirigiendo –de cara a convertir la tensión en productividad. La división médico-científica en varios síndromes de lo que fue antiguamente denominado hermafroditismo subvierte la comprensión de lo intersexual como un fenómeno social y político.
Al mantener el principio del “divide y vencerás”, esto hace que sea casi imposible percibir la opresión y la fuerza sistemáticamente impuestas. Para contrarrestar este proceso puede ser útil actuar bajo un nombre común y crear un grupo social, que posibilite sujetos con voz en lugar de objetos médicos. Pero una vez más, cualquier movimiento político, que intente definir lo intersexual como una identidad grupal está creando una “categoría especial” –incluso si está justificada por la marginalización impuesta como “anormal” dentro de la estructura social dominante. Aún así existe una diferencia en función de si esto se realiza a través del auto-empoderamiento mediante la reclamación de derechos o siendo clasificado en una categoría especial. En el segundo caso, aquellos que están en posiciones de poder hacen uso de su privilegio de negar u otorgar derechos. Si desde una posición marginalizada existe una demanda de reconocimiento social, integridad e identidad o, si se quiere, una denuncia de la injuria y de la fuerza violenta, esto no significa que estas demandas sean universales, ahistóricas o fuera de contexto, sino más bien que responden a concretas necesidades y experiencias. Pueden estar apoyadas desde una perspectiva relativamente dominante sin asumir que todo el mundo debe afirmar estos conceptos de reconocimiento, integridad e identidad.
El privilegio de la normalidad
¿Cómo dirigir nuestra atención crítica hacia las formas en que funciona la llamada “normalidad”; cómo desarrollar perspectivas de cambio sin confirmar la estructura jerárquica que mantienen las leyes y hacia quiénes tienen que estar dirigidas las demandas? La ignorancia de la sociedad sobre las personas intersexuales tiene que ver con algo más que la vergüenza y la incertidumbre cuando nos enfrentamos con el “Otro”, con el otro siendo completamente integrado como el “otro”, sin alterar el orden existente de ninguna forma seria. ¿Y qué pasa si, sin embargo, resulta claro, que la “certeza” de la propia identidad de un* está basada en la marginalización de otras identidades? Es de esperar que confrontar la intersexualidad desestabilice la propia identidad de un* dentro del profundamente enraizado binario. Se dirige hacia las relaciones de poder y hacia las fuerzas utilizadas para asegurar la uniformidad social y la eliminación de la ambigüedad como una forma de mantener la estructura jerárquica de las relaciones de sexo/género. Aquí es exactamente donde reside la amenaza hacia la cultura dominante –pero quizá también la promesa de cuestionar el privilegio de la normalidad. Solo así existe la posibilidad de formar coaliciones –y de negociar diferencias de intereses- entre aquell*s que se sienten “a gusto” con la construcción binaria sexual y aquell*s que son incapaces o se niegan a encajar en ella. Comprender la intersexualidad como un producto de una rígida jerarquía sexual binaria, al tiempo que se la reconoce también como una experiencia concreta, individual y una forma histórica de existencia, ofrece la oportunidad de cuestionar y oponerse al sistema normativo binario de sexo/género.
Notas:
* Este artículo fue originalmente publicado en: Hamburger FrauenZeitung No. 53, Fall 1997: pp. 26-28 bajo el título “ene mene meck und du bist weg. über die gewaltsame herstellung der zweigeschlechtlichkeit.“ Traducción del alemán al inglés: Curtis Hinkle y Antke Engel; agradecimientos especiales a Nina Schulz.
** Agradezco a Birgit-Michel Reiter por las conversaciones que tuvimos por teléfono y vía e-mail. Sin estos intercambios intelectuales y provocadores, no habría podido escribir este artículo. Aunque he estado comprometida con el proyecto de desnaturalizar y desestabilizar la rígida jerarquía binaria de sexo/género durante tiempo, algo me ha alejado de afrontar las formas de violencia a las que están sujetadas las personas intersexuales. Estoy agradecida por este cambio de perspectiva.
(1) Incluso si se observa esta cuestión desde un punto de vista puramente legal, simplemente no hay hermafroditas por más tiempo. La ley exige que una persona sea o bien mujer o bien varón –no existe absolutamente ningún espacio para la ambigüedad.
(2) Lo que puede también explicar el actual desinterés hacia la violación, el abuso sexual de niños, la pornografía y la creciente violencia contra lesbianas y gays cuya relevancia en la construcción del género apenas es discutida.
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Dr. Antke Engel
Gastprofessorin für Queer Theory
FB Sozialwissenschaften
c/o Institut für Soziologie
Universität Hamburg
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Tel: ++49 / 40 / 42838-4363
Fax: ++49 / 40 / 42838-4664
antke.engel@uni-hamburg.de
1 comment:
Debe de ser super dificil para una persona hermafrodita todo el procedimiento de su crecimiento y en la adaptación con la sociedad!!!Yo les recomiendo que utilizen Buy Viagra y asi seran mas felices!!!!
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