Una perspectiva feminista queer del activismo intersexual, basada en mi experiencia personal con movimientos racistas y sexistas separatistaspor Curtis E. Hinkle
© 2008
Existen numerosas perspectivas diferentes dentro de la “comunidad” de personas intersexuales. Con respecto a otras comunidades, no demandamos una sola identidad porque tenemos diversas trayectorias, diversas identidades, incluso definiciones diferentes de nuestra intersexualidad. Por lo tanto es importante que cada cual tenga la posibilidad de hablar abiertamente sobre sus propias experiencias y sobre cómo afectan a sus propias opiniones sobre las cuestiones intersexuales. Lo que sigue es solamente mi mirada personal sobre algunas de las cuestiones que me parecen importantes para comprender mi evolución, particularmente por qué he llegado a ser feminista queer y activista intersexual.
Hay muchos movimientos basados en la identidad sexual de las personas, que llamo los movimientos identitarios. Sus políticas basadas en nociones binarias, reduccionistas y esencialistas de todas las personas no me parecen ser la mejor manera de militar a favor de los derechos humanos. Es una de las razones por las cuales soy feminista queer y considero que es mi deber luchar contra el sexismo y el racismo conjuntamente. Considero que la organización y estructura de los movimientos identitarios favorecen el sexismo, el sistema binario de sexo y género, y el separatismo.
Los movimientos separatistas me parecen problemáticos. Este ensayo no es sólo una crítica al separatismo dentro de la comunidad LGBT, sino también al separatismo racial, al apartheid racial y a cómo el sistema racista de la región de los Estados Unidos, en donde pasé mi niñez, me llevó a reflexionar sobre el poder del estado: el poder de definir a todas las personas, marginándolas, y proteger así los intereses de una minoría pequeña que podría ejercer el control sobre la mayoría. El estado de Louisiana tiene un largo pasado racista; entre otras cosas, para mantener el apartheid racial, el estado tuvo que elaborar una definición de la raza “negra” y de la raza “blanca”: una tarea muy difícil porque, como en el caso del sexo, la población no puede dividirse en dos categorías claramente distintas en cuanto a la raza. En Louisiana, la solución adoptada fue pedir a todas las personas que demostraran no tener ninguna sangre “negra”, y en caso de no probarlo, se convertían en “negras” por defecto en el sistema legal. Existían subcategorías para las personas “entre las dos razas “, como quadroons, octoroons e incluso quintroons. Esta situación duró hasta los años 80, y cualquier DNI (carnet de identidad) de una persona quadroon, octoroon, etc., tenía la mención: “raza negra”.
Resulta muy difícil dividir en dos categorías distintas a una población compuesta de un gran número de personas – sea cual sea el criterio utilizado para definir a las personas en cuestión - sin estigmatizar y maginar a una gran parte de esta población, tanto más cuando hay solamente dos categorías. Por mi parte, como persona intersexual, tenía la impresión de que el apartheid sexual, la imposición de un sexo legal a cada niñ*, tenía mucho en común con el apartheid racial, y que estos dos sistemas de apartheid tenían las mismas motivaciones políticas: mantener el poder de una clase social sobre todas las otras. Creo que todos convendrán conmigo en que el sistema que prevalecía antes en Louisiana - descrito más arriba - era racista.
Tengo dos preguntas:
¿Son las divisiones separatistas dentro de los movimientos identitarios LGBT sexistas?
¿Hay buenas razones para perpetuar el sexismo?
Consideremos un ejemplo referente a la problemática intersexual: a menudo, se dice a los padres de un bebé intersexual que críen a este niño “como chica”. ¿Pero qué significa, exactamente, criar a un niño “como chica”? Para mí, es claramente sexista. La noción de “chica” incluye connotaciones estereotípicas que nada tienen que ver con el cuerpo de una persona, y en este caso se trata además de una persona que no ha nacido con un cuerpo típicamente femenino.
Mi familia es biracial. Si un doctor nos hubiera dicho que criáramos a nuestra niña adoptada cono “negra” o como “blanca”, le habría contestado abiertamente que su actitud me parece racista, y pienso que la mayor parte de las personas estarían de acuerdo conmigo. ¿Por qué no se tiene la misma actitud cuando un médico dice a los padres de un bebé intersexual que lo críen como “chica” o “chico”? ¿No es este tipo de actitud sexista?
¿Son el racismo y el sexismo moralmente justificables en ciertas situaciones? y, si la respuesta es sí, ¿cuáles son estas situaciones? Personalmente, no puedo encontrar buenas razones para justificar el sexismo y el racismo, y pienso que estas divisiones no nos ayudan en nuestras luchas a favor de los derechos humanos. El hecho de imponer tales fronteras dentro de la población tendrá siempre la consecuencia de que ciertas personas serán marginadas, por defecto, constituyéndose como “las otras”, los parias, los indefinidos. ¿A qué sirven estas fronteras legales?
Consideremos de nuevo el separatismo implícito de los movimientos identitarios como el movimiento LGBT. Mi impresión es que, al igual que el separatismo practicado por otros movimientos, puede llegar a ser un medio utilizado por los grupos oprimidos para oprimir a otras personas, a menudo no intencionalmente. El peligro es que corre el riesgo, por un lado, de perpetuar la opresión de un gran número de personas, y por otra parte, desvía la energía que sería invertida con más eficacia en la lucha a favor de los derechos humanos. Esto afecta a todas las minorías sexuales, porque lo que llega a ser importante una vez que el separatismo prevalece, es mantener el orden en el nuevo sistema definido por este separatismo y asegurar las fronteras entre “nosotros” y “los otros “. Todas las personas que se encuentran en “tierra de nadie”, entre las nuevas fronteras, se vuelven las nuevas oprimidas. Y como es casi siempre el caso, las definiciones cambiarán con el tiempo, en contestación a presiones políticas y sociales dentro del grupo. Además, los propios miembros del grupo se desarrollarán, durante una vida de reflexiones y preguntas sobre sus propias identidades. Y eso necesitará nuevos empujones para redefinir y determinar otra vez las fronteras, para que l*s miembro*s puedan de nuevo autentificar su propia pertenencia al grupo. El mantenimiento del orden y de las fronteras, así como las definiciones, se convertirá en el propósito principal del movimiento. En estas condiciones, la lucha por los derechos humanos correrá el riesgo de pasar a segundo plano, incluso de llegar a ser insignificante. En mi opinión es lo que sucedió en el movimiento intersexual en los Estados Unidos; la definición exacta de la intersexualidad, cómo establecer fronteras herméticas entre las personas intersexuales, transexuales y otras, era la preocupación principal de la ISNA y de Alice Dreger. Resultado, después de más de quince años de “activismo” de esta organización que recientemente cerró sus puertas: la definición aceptada para la intersexualidad (sin consular a la comunidad intersexual) - DSD (trastorno del desarrollo sexual) - una definición más patológica y más estigmatizante que la que tenía al principio del movimiento.
La necesidad de mantener una identidad estática representa para mí el peligro más grave de todos estos movimientos identitarios. Por ello creo que a largo plazo corren el riesgo de hacer más mal que bien, notablemente en lo que concierne a la sexualidad y al sexo, que por naturaleza son variaciones que se solapan en diferentes grados en un abanico con varón en un extremo y mujer en el otro. La noción de raza, también, varía, cambia según presiones socioculturales; personalmente, conocía el sistema del apartheid racial, con su mantenimiento de la ley y el orden y las discriminaciones que provocaba. Rechazo cualquier lealtad a una identidad estática, tanto racial como sexual. Para mí, conformarme con ella significa la limitación de cualquier posibilidad de desarrollo y plenitud, y obstaculiza todo progreso personal.